lunes, 14 de julio de 2008

1984

Año 1984, Londres, Winston Smith, el protagonista, es un funcionario del llamado Partido Exterior, una especie de burocracia oligárquica cuyo líder es el Gran Hermano, que ejerce un férreo control y vigilancia sobre la población junto con la llamada Policía del Pensamiento, su brazo ejecutor.
Esta es la trama básica del archiconocido libro de George Orwell, escrito allá por 1949, en un contexto en el que el mundo se había sacudido por el terror y el dolor producido durante la Segunda Gran Guerra



El libro se presenta en forma de distopía, es decir, una antiutopía, así encontramos un mundo corrupto, decadente, donde se ha suprimido toda forma de libertad, incluso donde los sentimientos humanos existentes son solamente dos: el odio a los enemigos del Partido, esto es, el disidente Goldstein ,su misteriosa Hermandad y el país contra el que se disputa la guerra en un determinado momento, dadas las oscilantes alianzas y traiciones(políticamente el globo está dividido en tres grandes potencias: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental) además del amor ciego y enfermizo al líder, el Gran Hermano, que virtualmente llega al estatus de dios.
Winston Smith, protagonista de este desalentador trasfondo, es un funcionario que trabaja en uno de los cuatro departamentos “gubernamentales” (concretamente el Ministerio de la Verdad); no se trata de un personaje de elevados valores ni nobles fines, al contrario, durante la lectura vamos descubriendo algunas de sus profundas miserias personales, incluso hay momentos en los que muestra poca deferencia por otras vidas humanas. Sin embargo, también descubriremos sus inquietudes, recuerdos de la infancia, además de un descontento mayor con el partido y su tirano líder. Aspectos que en su conjunto contribuirán a dar la pincelada de humanidad tan vacua en esa realidad del siglo XX.



Es una crítica brutal, tal y como sucedía en Rebelión en la Granja, a las formas autoritarias de gobierno. Partiendo de aquí, no resulta difícil encontrar paralelismos históricos evidentes. Tenemos ejemplos como la descripción del rostro del Gran Hermano que recuerda de manera sorprendente a la de Stalin, así como la de Goldstein, alter ego de Trotsky o el uniforme de la Policía del Pensamiento que es análogo al de las SS nazis.
Dadas las experiencias personales de Orwell es comprensible que gran parte de su crítica esté volcada con el “comunismo” de la URSS, aunque con el ejemplo anterior también se constata que hace lo propio con el nazismo o el fascismo. Este es el aspecto que más se pone de relieve durante la lectura. No obstante, también constatamos la propia reflexión del autor sobre el rumbo de la humanidad, las relaciones personales o incluso familiares y, porqué no, el absurdo en ocasiones del ser humano o mejor dicho de su idiosincrasia.



Humildemente creo que esta novela es una obra maestra, tanto por su estilo literario (impecablemente descrito, con una atmósfera apocalíptica y con una obsesión mórbida por la vigilancia) como por los mensajes que lleva consigo (como satiriza por citar uno la corrupción derivada de cualquier forma de poder). Creo que es un libro que se debe leer; yo añadiría que con calma, no porque sea largo (al contrario) si no porque invita profundamente a la reflexión, a mirar a nuestro mundo y buscar similitudes con el de 1984 y asustarnos de los resultados.
¿Sería Orwell un visionario? Quizá. Lo que está claro es que era todo un genio de la literatura.



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